sábado, 21 de enero de 2012

La sonrisa oblicua

La intimidad ha saltado por los aires con esto de los teléfonos móviles, y si además no tienes vergüenza, poco importa lo que cuentes y cómo lo cuentes. Ayer en el metro había una pareja en esa tesitura: ella tecleaba en la pantalla táctil de su smartphone, mientras él mantenía una conversación a un volumen adecuado para que todo el vagón se enterara. Escuchamos, yo con interés, la verdad,  la triste historia de un amigo de ambos al que le dejó su pareja la víspera de nochevieja. El chico contaba sin ningún recato y con voz clara y audible, cómo él había ejercido de buen samaritano y le había sacado a pasear, para que se airease y tal vez encontrase una nueva pareja, "porque ya sabes cómo es esto" le comentaba a su interlocutor. Parece ser que el abandonado afirmaba amargamente que "el golpe de la pérdida le iba a tener hundido un tiempo infinito". Justo al decir esto, la chica que estaba a su lado y que ya había guardado su móvil, dibujó una sonrisa torcida que no supe interpretar. ¿Acaso era solidaridad femenina? ¿Tal vez compasión? ¿Acaso maldad humana pura y dura? ¿Igual ella sabía más que su chico sobre las circunstancias ajenas y dejaba ver así su posición? La sonrisa oblicua me dejó intrigado, ¡pardiez!

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