martes, 24 de enero de 2012
La música no deja de ser un ruido agradable
El otro día en Facebook, esa taberna
digital del cotilleo, una amiga se quejaba de que yo no mostrará pasión por la música. Es curioso que no se cuestionara
las razones de mi indiferencia hacia el fútbol u otros deportes de
masas, o el pasotismo que muestro ante la televisión, pero a mucha
gente le parece una marcianada que no me ponga nada ese arte de las 7
notas. Tendría cosas que decir en mi descargo, como que en mi casa
no tuve equipo de sonido hasta muy tarde, pero mi hermana “sufrió”
la misma situación y es bastante melómana, así que no hay
disculpa. Desde siempre he sido más de libros que de discos, me han
gustado más los sonidos de mamá Natura que los que hace el Homo
sapiens y que llama música, ese constructo humano tan lucrativo. No
puedo asegurar que alguna canción, alguna obra clásica, no me haya
hecho tilín en algún momento, pero soy de esas personas que saben
vivir aunque les falte su dosis de corcheas. En mi radio prefiero la
palabra, en la Naturaleza los sonidos del viento y la tormenta, y en
mi cabeza no suenan los acordes de la última canción de “los 40”
sino los chispazos de mis neuronas. Rarito que es uno.
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