miércoles, 25 de enero de 2012

La existencia

Hoy ha muerto de forma inesperada un amigo de alguien que fue muy importante en mi vida y así, de nuevo, me he topado con la Parca. Hace seis meses murió también de forma prematura el hijo pequeño de un compañero del alma muy cercano, y la fuerza de la señora de la guadaña arrasó en mi entorno. Somos simios muy curiosos con un sentido del pasado, del presente y del futuro basado en nuestra forma de entender cómo pasa el tiempo, cómo sentimos a los que está cerca y desaparecen y lo inesperado nos sorprende, siempre. La pérdida de un amigo, de un familiar, nos produce un dolor profundo, a veces más destructor que el dolor físico, y buscamos consuelo en el abrazo, en compartir la pena con los semejantes para que se haga menor en cierta forma. A veces, casi siempre, el tiempo se encarga de restañar las heridas, de amortiguar dolores y nunca, o casi nunca, de hacer olvidar a quien se ha ido del planeta. No hay fórmulas mágicas para solucionar el trance, superarlo antes o después depende, casi en exclusiva, del tipo de persona que somos, pero el planeta sigue girando y como hacía el Terminator de la segunda entrega, hemos de buscar energía en todos los rincones de nuestro ser para volver a la vida y a la lucha. Hay que pasar el duelo, sí, pero no hundirse en él, porque la pelea sigue y todo el mundo se merece un buen epitafio. Yo quiero merecerme el mío: "Quería saber. Sabía querer".

PS: Mikel eta Jaime, in memoriam.

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