viernes, 4 de mayo de 2012

El poder de la convicción. Lo que es de todos... es de todos!

Hoy hemos visto con el alumnado de 12 años en Natur Zientziak, un documental sobre la vacuna de la poliomielitis donde se explica claramente el alcance de la enfermedad en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX. Han estado con todos los radares encendidos porque esas imágenes de niños con hierros en las piernas (tipo Forrest Gump), los pulmones de acero y luego cómo les ponían las vacunas, casi experimentales, no dejan frío a nadie. Además había un agravante: hace 2 semanas les pusieron la vacuna contra la hepatitis y todos sufrieron el pinchazo, ¡fiuuu! Para un microbiólogo como yo es la aventura contra un virus, la investigación científica y a veces dando palos de ciego en busca de una solución para una terrible enfermedad que mataba o dejaba tullidas a miles de personas cada año, pero en el documental hay dos puntos que me han llamado la atención. El primero es la campaña de financiación de las investigaciones que empezó siendo la Marcha de las Madres y se convirtió en la Marcha de los Centavos (March of dimes), esa calderilla que se recogía por todos los sitios con una causa común y que alcanzó cantidades astronómicas. El segundo punto digno de mención es cuando Salk, el doctor que encabezó toda la búsqueda, dice a la pregunta sobre los beneficios económicos que él puede sacar de esa vacuna, que nadie puede patentar el Sol, así que la vacuna es del mundo. ¡Bravo por el doctor Salk! Hoy le crucificarían porque se patenta hasta el genoma de especies recién descubiertas y el beneficio propio o de grandes entidades está por encima del bien común. Hoy dirían que hay que rentabilizar la investigación cobrando a millón el fármaco y hoy una campaña de recogida de dinero tan imaginativa tendría más agujeros que un colador. ¿Tanto hemos cambiado?