miércoles, 15 de febrero de 2012

La pequeña diferencia

Tenía una hoja escrita sobre lo de Atenas y la mano que mece la cuna de la democracia, pero ayer estuve en la celebración del día de Darwin en Bilbao y me pareció jugoso lo que escuché. Después de una conferencia de Kepa Altonaga sobre cómo se recibió el darwinismo en Euskal Herria, con curas apareciendo en pantalla para lo bueno y para lo malo, llegó el turno de José María Bermúdez de Castro, codirector de las excavaciones de Atapuerca, que nos habló del largo camino de nuestro género Homo en la evolución y en la historia. Entre muchos datos interesantes algunos tuvieron ese sabor a divulgación de categoría que tanto me gusta, y así nos enteramos de que un cráneo Homo sapiens de hace 120.000 años es prácticamente igual a uno actual, esto es, que no distinguiríamos a Obama de un etíope de hace milenios. Viniendo más cerca, la gente que hacía pintadas en Altamira o Santimamiñe y los que las hacen en mi barrio se diferenciarían en la ropa y en el idioma, poco más. Parece ser que fue hace unos 14000 años cuando nos dio por tener pensamiento abstracto y en este corto lapso de tiempo, tremendamente acelerado los últimos siglos, hemos montado este guirigay en el planeta. Alguien preguntó que si creemos en la Biblia, y si dios insufló el alma al ser humano en algún momento para diferenciarlo de las bestias, la duda era cuándo, siendo H. habilis, H. ergaster, H. erectus, H. antecessor (el de Atapuerca), H. neanderthalensis o bien siendo ya Homo sapiens. El antropólogo parece que ya había contestado otras veces a la pregunta: hay cosas que no se fosilizan. Me encantó. Eso sí, parece que el secreto de nuestro tremendo éxito evolutivo tiene mucho que ver con lo tribales y muy sociales que resultamos. La cultura y su transmisión nos ha hecho humanos y es algo que crece cuando se comparte, aunque a algunos les pese.